¿Quién inventó qué? 8 veces que se atribuyó una invención a la persona equivocada

Los olvidados de la historia: inventores a los que les robaron sus ideas

A lo largo de la historia ha habido momentos en los que, por suerte o injusticia, el mérito no se lo llevó quien debería poseer la patente de un invento.

Por Adrián Tomé  |  29 Junio 2022

Dicen que la Historia la escriben los ganadores. Los grandes acontecimientos, los grandes nombres, los grandes héroes que fueron el motor del cambio histórico quedan reflejados en los libros porque fueron ellos quienes se hicieron con la victoria, ya fuera en una guerra o con un invento.

En lo que respecta a esto último, las grandes invenciones revolucionarias no suelen ser cosa de una sola mente, aunque tendamos a recordarlo así. A continuación hablaremos de grandes nombres de la historia de la ciencia, recordados como auténticos innovadores y rompedores de su tiempo, que en realidad usaron las ideas de otros para trascender a lo largo de la historia. O mejor aún, recordaremos a los genios olvidados detrás de la fama y la apropiación de sus descubrimientos.

Telescopio

Todos tenemos en mente a Galileo Galilei como el inventor del telescopio, pero lo cierto es que ese honor debería pertenecer al holandés Hans Lippershay, quien pasó gran parte de su vida trabajando con lentes que aumentaran considerablemente la distancia de visión. En 1608 intentó publicar su primera patente de un dispositivo, que, en la práctica, era un telescopio, pero fue rechazado.

Galileo, al tanto de esto, decidió construir su propio telescopio en 1609, que nunca patentó y que conseguía ver un poco más lejos que el de Lippershay. Su aplicación científico-matemática fue lo que hizo que todo el mundo escuchara hablar del nuevo 'invento' de Galileo, a pesar de no ser él quien tuvo la idea original. Guste o no, el instrumento ha estado siempre asociado al nombre del astrónomo italiano. Quién sabe cómo hubieran sido las cosas si la patente de Hans hubiera sido aceptada.

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4 lunas de Júpiter fueron nombradas por Galilleo. ¿Con el nombre de Hans? Apenas un cráter en nuestra Luna NASA

Cálculo infinitesimal

Aunque la Historia asocia regularmente su invención a Isaac Newton, lo que nos dicen los hechos es que fue Gottfried Wilhelm Leibniz, más conocido quizá por su vertiente filosófica, el que publicó primero su investigación sobre el cálculo en 1684 con su 'Nova Methodus pro Maximis et Minimis', después de haber estado trabajando en él desde 1674. Newton, por su parte, lo hizo público en su libro 'Principia' en 1687. Los defensores del segundo dicen que Newton ya había tenido la idea del cálculo en 1666, debido a unas anotaciones que él tenía de ese año, pero que simplemente no lo había publicado, por lo que durante mucho tiempo se consideró que Leibniz había plagiado a Newton.

Antes del fallecimiento de Leibniz en 1716 ambos intentaron quitarle la razón al otro a base de nuevas publicaciones y críticas mutuas. La conclusión hoy en día es que ambos tienen razón, es decir, inventaron el cálculo de manera independiente. Sin embargo, la insistencia en la defensa de la versión de Newton provocó que el nombre de Leibniz pasara a un segundo plano, y hay quien todavía insiste en que fue un plagio.

Máquina de vapor

En este caso hay varios nombres implicados hasta llegar al que se asocia normalmente con la máquina de vapor, James Watt. El primero de ellos, el español Jerónimo de Ayanz y Beaumont, que fue el primero en inventar un motor de vapor, utilizado para sacar agua de las minas. Recibió una patente para este motor en 1606. Casi un siglo después, en 1698, la segunda patente de un motor de vapor fue registrada por el inglés Thomas Savery con la misma función de extraer agua de las minas.

En 1712, Thomas Newcomen rediseñó el motor convirtiéndose en el primer motor utilizado a gran escala y manteniendo su hegemonía durante 50 años. Fue entonces cuando James Watt añadió un condensador separado del resto que hacía el motor mucho más eficiente y más potente, dando lugar a la máquina de vapor que conocemos popularmente en 1764. No obstante, no deja de ser un ajuste de algo que ya existía antes.

Los inventos de Thomas Edison, en general

Edison es recordado como el mayor inventor de nuestra historia, el creador de algunos de los objetos más valiosos e importantes de la civilización. La realidad en cambio, es que era un ávido y oportunista empresario más que una mente brillante e innovadora.

El fonógrafo de Edison que permitía grabar sonido era un realidad una copia algo mejor del creado por Édouard-Léon Scott en la década de 1850. Edison lanzó su versión en 1877 sin mencionar en ningún momento a Scott. Por si fuera poco, Edison ni siquiera construyó el aparato, simplemente le pasó la idea a John Kruesi, el encargado de convertirla en realidad.

Más de 1000 patentes a su nombre, pero habría que revisar una a una para descubrir cuáles son verdaderamente suyas
Más de 1000 patentes a su nombre, pero habría que revisar una a una para descubrir cuáles son verdaderamente suyas Pinterest

La más grande de sus invenciones, la bombilla, tampoco fue suya. Desde finales del siglo XVIII muchos ya habían probado e incluso patentado luces incandescentes: Jean Foucault, Humphrey Davy, J.W. Starr, pero fue Heinrich Göbel el primero en inventar la bombilla como tal en 1854, o eso dijo él en un juicio contra la empresa de Edison al final de su vida. El testimonio de Göbel cuenta con bastantes contradicciones, pero eso no impidió que durante años la leyenda de que él era el verdadero inventor se extendiera. Le valió para que su ciudad de origen le construyera un monumento en 1954, en el hipotético centenario de la primera bombilla.

Al margen de Göbel, de lo que sí hay constancia es de que Joseph Swan recogió los experimentos de Foucault, Davy y Starr y consiguió crear una bombilla trabajando incansable entre las décadas de 1850 y 1870. Edison vio sus progresos y le ofreció trabajar juntos para conseguir una bombilla duradera y que se pudiera producir a gran escala. Juntos en 1880 sacaron al mercado el famoso modelo de bombilla que todos conocemos, pero el nombre de Swan quedó en el olvido.

Algo incluso peor hizo con Tesla y los generadores de electricidad. Edison contrató a Nikola Tesla en 1882 para ser su ingeniero y le ofreció 50.000 dólares si le traía un prototipo de su diseño de generador eléctrico. Cuando Tesla terminó el trabajo y reclamó el pago, la respuesta de Edison fue: "Tesla, no entiendes nuestro humor americano". El genio croata, durante su estancia en la compañía de Edison, ya había trabajado con un sistema eléctrico de corriente alterna (que demostraba que la corriente directa de Edison era cara e ineficaz) y con dispositivos que usaban el campo magnético rotativo. Cuando Tesla abandonó, como es lógico, la compañía, Edison se dedicó a tratar de arruinar la carrera del inventor tratando de convencer al público de que era peligroso e inestable y eliminar así una posible competencia más en la ya existente "guerra de corrientes".

Teléfono

¿Quién inventó el teléfono? Alexander Graham-Bell, ¿no? Pues eso es lo que quiso que pensáramos, y le salió bien, pero la realidad es que le arrebató la idea a su verdadero inventor, Antonio Meucci. El italiano inventó en 1854 un dispositivo al que llamó Telettrofono, y en 1860 lo mostró públicamente. Meucci intentó denunciar a Bell cuando publicó su patente en 1876, mostrando sus planos originales, pero esto planos fueron traspapelados misteriosamente en su paso por Western Union, empresa en la que trabajaba Bell. Casualidad, suponemos.

Meucci acabó totalmente arruinado, no teniendo dinero ni para pagar los 10$ necesarios para mantener la patente del 'Telettrofono'
Meucci acabó totalmente arruinado, no teniendo dinero ni para pagar los 10$ necesarios para mantener la patente del "Telettrofono" Wikimedia Commons

Pero la cosa ni siquiera acaba aquí. La patente de Graham-Bell no fue admitida en un primer momento, porque la presentó el mismo día que Elisha Gray, el 14 de febrero de 1876. Esta pugna en el día de San Valentín la terminaría ganando Bell, juicio y acusaciones de plagio mediante. Difícil saber lo que verdaderamente pasó ahí.

Radio

Entre finales del siglo XIX y principios del XX, Nikola Tesla y Guglielmo Marconi se sumieron en una batalla legal por determinar quién era el verdadero inventor de la radio. La historia recuerda a Marconi como el inventor del aparato, pero no fue él, ni tampoco Tesla. El verdadero pionero fue el alemán Heinrich Rudolf Hertz, que descubrió las ondas electromagnéticas y envió y recibió ondas de radio en 1880.

¿Qué mérito tiene Marconi, entonces? Haber visto en la radio un instrumento para cambiar la historia de la humanidad. Heinrich Rudolf Hertz no le otorgó importancia a su descubrimiento, no le veía un uso práctico, ni mucho menos, el catalizador de la sociedad del siglo XX. La labor de Marconi fue básicamente encontrar una comercialización del producto que terminó patentando él en 1897.

Avión

Lo que los hermanos Wilber y Orville Wright construyeron fue una amalgama de las invenciones de otros. Ya desde Leonardo da Vinci muchos habían soñado con desafiar la gravedad y cumplir la fantasía humana de volar. Un siglo antes de que los hermanos Wright mostraran al mundo su idea, George Cayley ya estaba trabajando con un diseño de ala fija. Con ese diseño de ala fija Otto Lilienthal consiguió construir el primer planeador que él mismo probó.

Los hermanos Wright lo que hicieron fue implantarle un motor de combustión interna a lo que ya había, no se sacaron un avión de la manga. Al menos, ya es más de lo que hizo Edison...

No es un robo tan clamoroso, al no solo juntar todos los elementos, también añadir una palanca que permita girar mientras están en el aire
No es un robo tan clamoroso, al no solo juntar todos los elementos, también añadir una palanca que permita girar mientras están en el aire Medium

Penicilina

El único nombre que se asocia con la invención de la penicilina es el de Alexander Fleming. Sin embargo dista, y mucho, de ser su inventor.

Los primeros usos del antibiótico datan del Antiguo Egipto, Grecia e India. Aunque no fueron capaces de aislar los componentes, sí que descubrieron el uso medicinal de diferentes tipos de moho. Hay constancia de otras prácticas similares durante el siglo XVII en Polonia y en Inglaterra.

Pero si hablamos estrictamente de un uso científico, a finales del siglo XIX ya había varios profesionales trabajando con la penicilina. Entre ellos Joseph Lister, quien detectó que diversas muestras con moho neutralizaban el crecimiento de bacterias. Al moho resultante le dio el nombre de Penicillium glaucum en 1871. Al tiempo que aparecía la teoría sobre la propagación de enfermedades a través de gérmenes, eran muchos los que investigaban las propiedades de esta Penicillium glaucum, como William Roberts, John Tindall, Robert Koch, Louis Pasteur, Jean Paul Vuillemin o Vincenzo Tiberio.

En 1897, Ernest Duchesne descubrió las propiedades curativas del Penicillium glaucum consiguiendo curar de fiebre tifoidea a un grupo de cobayas. A pesar de publicar e intentar difundir este hallazgo impresionante, Duchesne fue ignorado por el resto de la comunidad científica. Irónicamente, el trabajar con cobayas fue la causa de que no le tomaran en serio, y más irónicamente aún, falleció pocos años después por una enfermedad que podría haber sido curada con penicilina. Lo que hizo Fleming fue descubrir un tipo de penicilina diferente por accidente, que además no era capaz de curar la fiebre tifoidea como la de Duchesne. Siempre nos quedará la duda de qué había hallado el francés y qué pudo haber deparado.

Todo su éxito fue cometer un error en el laboratorio y al resultado ponerle un nombre que ya estaba circulando en ese momento
Todo su éxito fue cometer un error en el laboratorio y al resultado ponerle un nombre que ya estaba circulando en ese momento Time

Para más inri, Fleming, tras (re)descubrir la penicilina en 1928, no creyó que tuviera una aplicación médica. De su uso y de la producción en masa se encargaron en realidad Howard Florey, Norman Heatley, Andrew Moyer y Ernst Chain, los que verdaderamente la convirtieron en el antibiótico capaz de salvar millones de vidas.

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