¿Por qué enero se nos hace tan largo siempre?

Las Navidades tienen la culpa de que enero se nos pase tan lento, según la ciencia

Enero es el mes que más largo se nos hace con diferencia. ¿Pero por qué tenemos esa sensación cada año?

Por Guille Galindo  |  31 Enero 2023

Cuando aprendimos lo que significaba la cuesta de enero, solo creíamos que se refería a abrocharnos el cinturón tras el derroche navideño, no que realmente enero fuese una cuesta empinada casi imposible de subir sin llegar destrozado a la cima (es decir, al 31).

Nosotros gastando todas las botellas de oxígeno el 16 de enero, cuando quedan aún 15 días más para que acabe el mes
Nosotros gastando todas las botellas de oxígeno el 16 de enero, cuando quedan aún 15 días más para que acabe el mes FOX

Sí, somos como Homer intentando escalar el Matacuerno (o Cuerno de la Muerte en el doblaje hispano, para contentar a todos) y consumiendo todas nuestras fuerzas ya desde el inicio. Porque enero tiene una capacidad única para consumirte, para hacer que cada día dure una semana, cada semana dure un mes y el mes dure lo que todo un año. Ha habido primaveras enteras que se han esfumado más rápido que un solo enero.

¿Cómo es técnicamente posible que, hace poco más o poco menos de un mes, dependiendo del eterno día de enero en el que estés leyendo esto, estuvieras celebrando la cena de Navidad de la empresa, la cena de Nochebuena familiar o la Nochevieja con tus amigos? ¿No os da la impresión de que ha pasado muchísimo más tiempo?

En España todavía es peor. Aquí enero no es ese enero plomizo y gris hasta su segunda semana, gracias a los Reyes Magos y al ambiente de felicidad que hay en torno al 6 de enero, fijado como fin de la etapa navideña. Es decir, que solo nos enfrentamos a unos 24 días de mes. Y aun así, esos 24 guerreros son capaces de hundir cualquier moral y cualquier defensa enemiga usando la táctica del desgaste.

Una táctica en la que entran varios factores fundamentales: la vuelta a la rutina, la desazón tras un periodo vacacional, la ausencia de grandes planes, el frío y la lluvia sin motivación navideña... Todo confluye y todo influye en nuestro odio hacia enero. Y, pura ley de Murphy, como estamos deseando que termine nada más empezar, nunca lo hace.

Esta portada de The New Yorker refleja lo duro que es cada día de enero
Esta portada de The New Yorker refleja lo duro que es cada día de enero The New Yorker

La falta de dopamina en enero, la clave de que el mes pase tan lento

La ciencia tiene una respuesta para casi todo, y también la tiene para explicar por qué enero se nos hace tan pesado. Dicha respuesta se encuentra en uno de los neurotransmisores más importantes del cerebro, la dopamina, fundamental a la hora de generar las sensaciones de felicidad, placer y un estado de ánimo positivo.

En 2016, Sofia Soarezs, Bassam V. Atallah y Joseph J. Paton descubrieron un nuevo efecto que provoca la dopamina: la alteración de la noción del tiempo. La investigación, publicada en Science desvela cómo altos niveles de dopamina nos hacen subestimar el tiempo, es decir, que se nos pase volando. Al contrario, niveles mínimos de dopamina nos hacen perder la noción del tiempo justo al revés, sobreestimando el tiempo, pasando más despacio de lo que debería en nuestra mente.

Por tanto, el cambio radical de diciembre a enero a nivel neuronal, donde dejamos los estímulos constantes y el carrusel de planes para dar paso a la rutina impuesta, ya sea laboral o fitness, así como a un tren de vida puramente invernal, mucho menos frenético y estimulante, conlleva un desplome drástico de los niveles de dopamina, lo que altera nuestra capacidad de medir el tiempo. Como esta diferencia sensorial entre meses no ocurre en ningún otro momento del año, la situación se agrava, lo que nos lleva a visualizar ese enero plomizo y gris[i]enero como el mes eterno por antonomasia. Por suerte, en lo que has leído este artículo ya queda un poco menos para que termine.

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